miércoles, 24 de enero de 2024


ESTABA JUGANDO con mi gato Broma cuando una mosca ha comenzado a incordiarme y de inmediato he pensado en matarla, pero un segundo pensamiento más tierno ha venido en mi ayuda, la de tratarla como “una pieza más de mi ecosistema”, junto a Lorca, Broma y yo. Entonces he roto a reír, porque me he visto diciéndome lo mismo que me dijo una ponente ecologista del sindicato agrario EHNE, en Vizcaya, allá por los años catapúm, cuando mi padre todavía no se había muerto y yo me planteaba ser agricultora en serio. Esta ponente sostenía la que entonces me parecía una idea loca, la de que si los pulgones visitaban tus lechugas no debías enfadarte ni actuar con pesticidas contra ellos, pues “había aumentado tu ecosistema”. Al final he abierto la ventana y he empujado a salir a la mosca, lo que tampoco me ha dejado muy contenta, pues luego he pensado: “O sea, Vanessa, has hecho lo mismo que hacen los europeos con los inmigrantes”. Además, no sé si la he matado de otra forma, pues la temperatura de estas mañanas madrileñas rara vez supera los cero grados. En fin, está claro que ser humanista es lo mismo que ser gilipollas, pero quiera el destino que nunca abandone el gilipollismo, pues gracias a esta hipersensibilidad y a estas contradicciones no me convierto en una canalla de las de verdad.