miércoles, 13 de marzo de 2024


LA PRESIÓN social asfixiante que existe contra la soledad. El lunes me operaron de una hernia umbilical; días antes me negué a firmar un papel del anestesista donde, sin darme otra opción, se me obligaba a dar el número de teléfono de una persona con la que contactar en caso de que la anestesia fuera mal. Otro tanto me pasó con los papeles para autorizar la operación:

—Pero es que no tengo familiares ni amigos —les dije, poniendo cara de nosequé, pues no sé qué cara se pone al decir eso—, es largo de explicar.

Al final hubo que hacer papeles especiales para mí. Aquí en Madrid todo el mundo dice que está solo, pero tengo comprobado que soy la única persona sola DEMOSTRADA. Hasta la burocracia tiene que hacer impresos nuevos cuando aparezco YO.

Después de la intervención, cuando me desperté, ningún médico vino a decirme nada acerca de cómo había salido la operación. Al final tuve que preguntar al enfermo con el que compartía habitación, que sí que tenía familiares:

—Oye, ¿a vosotros os han dicho qué tal ha salido vuestra operación?
—Claro, ¿a ti no?
—No.
—¿Pero no has venido con nadie?
—No.
—Ah, claro, es que los médicos suelen hablar con los familiares.

Veinticuatro horas después nadie me había dicho nada. A esto ayudó que soy idiota de nacimiento y tampoco me atreví a preguntar. Me enteré de que la operación debía de haber salido bien cuando llegó un cirujano, que no era el que me operó, y me dio el alta después de examinarme el ombligo.

Cuando tenía 15 años soñaba con llegar a los 50 en la situación exacta a la que he llegado: sola y esteparia y con grandes proyectos de megalomanía en la mente. Ahora que he llegado, le descubro algunos problemillas a esta situación, aunque no tantos como para que me vengan las ganas de incurrir en sociedad.

Durante la operación vino en mi ayuda el sentido del humor. No dejé de reírme mentalmente a causa de la zona de mi cuerpo que iba a ser operada. Ya veis: la poeta ombliguista operada de hernia umbilical. Si moría en la operación, moría por culpa de mi ombligo, ¡como ya me habían advertido tantos!!!