viernes, 2 de agosto de 2024


LO QUE está sucediendo con la boxeadora Imane Khelif, como lo que sucedió antes con la atleta Caster Semenya, es otra carcajada que se pega la naturaleza ante nuestros ridículos binarismos. A una persona nacida con vagina, que vive como mujer hasta bien entrada la veintena, se le descubre de repente que tiene cromosomas XY y que sus niveles de testosterona son mucho mayores que los de las mujeres promedio (si bien no tan grandes como los de los hombres). ¿Y entonces qué hacemos? ¿La obligamos a boxear con hombres, a ella que tiene vagina? ¿La obligamos a boxear con mujeres, a ella que tiene cromosomas XY? Para confundir todavía más al cerebro binario, aparecen científicos para decir que los cromosomas no definen siempre la cantidad de testosterona y existen personas a) con vagina b) con cromosomas XY y c) niveles de testosterona muy bajos. Aquí aparece la infinita mediocridad del ser humano como animal social, que no tolera matices ni medias tintas, y a la hora en que escribo esto las redes arden en insultos contra la boxeadora argelina, porque la sociedad jamás perdona la diferencia que no es capaz de comprender.