sábado, 27 de julio de 2024


YO DEBERÍA ofrecerme al mundo como el ejemplo más acabado de soledad recalcitrante, transiberiana, que no te hace feliz ni infeliz sino que te mantiene alerta, entregada a la literatura. Desde 2016 no tengo relación visual con ninguna persona y en los últimos años también mi soledad virtual ha aumentado hasta el límite, tanto que ya no mantengo comunicación continuada con nadie de Internet salvo con Lyllita Oramas, que es el único ser que me manda un mensaje al menos una vez a la semana. Sin embargo, ni me muero, ni me desespero ni contraigo enfermedades mentales (esto estaría por probar, no estoy segura), sino que parece que resisto cada día mejor a esta fiera del nadie-por-ninguna-parte. Cada vez que escucho que quedarse sola es lo peor del mundo, me levanto de mi asiento y digo: eso no es cierto y yo soy el mejor ejemplo de lo que digo, porque además no estoy segura de si vivía mejor cuando me comunicaba con los demás que ahora que ya no me comunico.