CADA DÍA tengo más confianza en que voy a morir bien. Antes sentía miedo a morirme cada poco y de forma terrible, truncada a mitad de carrera, porque soy de natural hiperestésica y me basta una mera gripe para ponerme al límite, pero ahora siempre pienso: la muerte sacará tu mejor palabrismo, Vanessa. Pues he pasado toda la vida ahogada por mi fantástica ambición, por una parte, y por mi no menos abundantes provisiones de realismo, que me hacen sentirme insatisfecha con mis escritos y por tanto demorar la publicación. Cuando se acerque la muerte, pienso ahora, será el momento de dedicar todo mi tiempo, lima y escalpelo en mano, a pulir mi obra y sacarla a la luz. Creo además que en el final de mis días, por primera vez en mi existencia, me reconciliaré con ella (ahora no puedo porque no me gusta), pues será el momento de decir, joder, es que hice todo lo que pude, me fui de Lauros, escogí un trabajo de mierda con el fin de dedicarle 16 horas al día a la literatura, si no lo hice mejor es que tampoco daba para más, etc. Pensando en estas cosas tan golosas me siento muy relajada ante la muerte y la espero tranquila.