sábado, 8 de marzo de 2025


CUATRO APUNTES sobre Cómo hacer que te pasen cosas buenas, de Marian Rojas Estapé, hasta la pág. 61:
• • • Comienzo a leer este libro superventas (la mía es la edición nº 53) con dos prejuicios sobre la autora, el uno referido a sus opiniones sobre los homosexuales (AQUÍ y AQUÍ), el otro referido a su psiquiatría supuestamente individualista, vinculada al pensamiento neoliberal, que no atiende al contexto socio-cultural en que vive el paciente (AQUÍ).

• • • La acusación de que propone una psiquiatría individualista de sálvese-quien-pueda es una calumnia con todas las letras. Creo que a Rojas Estapé le ha perjudicado salir en el programa El Hormiguero, porque determinados programas de televisión son más propicios para las frases de neón que para matizar o desarrollar una idea. También considero que la vinculación de esta autora al Opus Dei impide a muchos valorar su trabajo con un poco de ecuanimidad. Al contrario de lo que dicen estos críticos, yo entiendo que Rojas Estapé pone lo social en el centro de su libro: desde el principio subraya que la resiliencia no se alcanza con un esfuerzo meramente personal, sino que necesita de la familia y el contexto social; incluso cita la importancia de tener apoyo legal por parte de la sociedad (pág. 28). Después de afirmar que la solución no está en las pastillas, pues la medicación no suplanta la función cerebral y anímica (pág. 31), nos remarca la importancia de contar con un buen médico de atención primaria y denuncia lo abarrotado que está el sistema sanitario (pág. 32). Ella no quiere convertirnos en tarzanes mentales solitarios, sino que nos invita “a compartir nuestras limitaciones con los demás como primer paso hacia la sencillez y la superación de las calamidades sufridas” (pág. 33). Para mejorarnos como personas también nos propone actividades con las que estaría de acuerdo cualquier socialista: “La solidaridad y el voluntariado, el darse a los demás, son factores protectores de la mente y el cuerpo” (pág. 36). Rojas Estapé nos anima a “invertir en las personas” y nos dice que en su consulta siempre pregunta a los pacientes: “¿Qué haces por los demás?” (pág. 56). Además predica con el ejemplo, pues es conocida su labor como voluntaria en el barrio del Bronx o en Camboya, donde ayudó a muchas niñas víctimas de la trata.
• • • Rojas Estapé escribe muy amena y didáctica, un poco como Eduardo Galeano o José Antonio Marina, alternando información científica, anécdotas de personas célebres, opiniones personales y experiencias de su labor como psiquiatra y como voluntaria, a veces incluyendo cuadros separados para que la obra se haga más fácil de leer. El problema que le encuentro al libro, la razón por la que fracasé en la primera lectura, es que todos los consejos que nos da son como para dummies, más sobados y conocidos que el color del caballo blanco de Santiago. Rojas Estapé nos aconseja reír, cantar, no juzgar, tener autoestima, ser auténticos, ser amables, ser positivos, vivir en el presente, convertir el dolor en aprendizaje, tener un objetivo o un ideal de vida, apoyarnos e interesarnos en los demás, cuidar las relaciones, recordar sucesos bonitos, no querer tener la razón siempre y por ahí. Nuestros padres y abuelos nos dan a menudo los mismos consejos y nos causan el mismo aburrimiento. Creo además que no tiene demasiada cultura (la tiene, pero no de la altura de Séneca, Plutarco o el citado Marina, por referirme a autores con los que mantiene cercanía) ni talento a la hora de escoger las anécdotas: las dos únicas que he leído hasta ahora con los ojos pegados al folio son la de los sugus con que “embaucaba” a los proxenetas de Camboya (pág. 45) y la de la mujer que realmente le ponía cuernos al marido que acudía a su consulta porque pensaba que su mujer le ponía cuernos (pág. 43). También es buena la anécdota de Unamuno (pág. 25), pero archiconocida.

• • • El libro me parece sano, no es un timo de autoayuda. Todos los consejos que da en estos dos capítulos me parece que están bien y que por conocidos que sean nunca está de más repetirlos. Sin embargo, creo que aplicados en su totalidad de forma radical se corre el peligro de crear una ficción, pues la persona ideal que dibuja Rojas Estapé se parece mucho a la Leticia Sabater para niños, una persona de una positividad y alegrismo azucarero que puede estragar. En lo que yo he vivido, algunos de los seres más valiosos de la sociedad suelen tener aristas tóxicas, por lo que no recomendaría prescindir de esas personas como al parecer propone la autora; al contrario, recomendaría aprender a sortear la parte complicada de ellas para disfrutar de su núcleo nutriente. De todas formas, solo llevo dos capítulos e igual a partir de ahora Rojas Estapé comienza a ser menos consabida y entra al detalle. También es verdad que en España, desde la aparición de los libros y programas de Eduardo Punset y la publicación constante, en los suplementos dominicales de los diarios, de reportajes sobre terapias para la felicidad, el conocimiento promedio ha aumentado mucho y quizá por eso este libro de Rojas Estapé me parezca (de momento) tan ya-me-lo-sé.