LEYENDO EL Evangelio apócrifo de Tomás, caigo en la cuenta de la cantidad de abstracción y ambigüedad que contienen las parábolas de Jesús. Incluso a un lector avezado le cuesta situarse. Pienso en autores que se le asemejen y me salen enseguida Heráclito y Porchia. El detalle es tanto más asombroso por cuanto Jesús se dirigía en su mayoría a un público iletrado, lo que me hace pensar que no tenía ninguna ambición de ser comprendido. ¿Les hablaría así para que le vieran inaccesible, esto es, para que le vieran como un dios? ¿O fueron los evangelistas quienes manipularon sus palabras hasta hacerlas ininteligibles?