RECUERDO LA primera vez que publiqué: fue en 1990, a los dieciséis años, cuando Argentina perdió contra Alemania la final del Mundial. Desolada por la derrota de mi ídolo Maradona, mandé un artículo laudatorio al diario DEIA, que me lo publicó al de unos días en las Cartas al director. Mi emoción por ver mi nombre impreso duró muy poco, porque dos días después el mismo diario publicó otra carta: en ella un lector me contestaba con indignación; venía a decir que Maradona estaba acabado y que yo desvariaba. Este suceso me hace reír todavía: ¡hasta mi primer escrito, una loa azucarera a alguien de una calidad tan universal como la de Maradona, suscitó la reacción negativa de un lector! Imaginaos con qué filosofía me tomo ahora el rechazo que generan mis palabrerías (pero cada vez menos, porque nadie me lee): siendo la mía una obra radicalmente antiEuskadi y antiEspaña, donde las únicas soberanías que reconozco son la barrional o la planetaria, la cantidad de odio que genero la doy por descontada. Es evidente que he nacido para molestar al personal; que yo, incluso cuando no lo busco y hablo de Maradona, siempre consigo molestar.