LO QUE es el café para otros escritores es Miss Vico para mí: me basta pensar en ella o contemplar una imagen suya para que se me ocurra algo, lo mismo sobre ella que sobre los siete brazos del viento. Cuando vivía en Maracaná tenía las paredes llenas de vicoposters y me bastaba darme una vuelta por mi piso para que me visitaran las palabras; ahora en cambio tengo cuadernos con una foto suya en la página izquierda, con la derecha en blanco, donde escribo con bolígrafos de colores (verde, rosa, fucsia, violeta, naranja, azul, rojo). Se dice en broma que el muy prolífico Isaac Asimov sufrió un bloqueo de escritor en una ocasión: "Fueron los diez peores minutos de su vida”, pero su bloqueo no habría llegado a un minuto si hubiera tenido a la vista a una Miss Vico. Me parece que gran cantidad de arte surge de ahí: de la contemplación de algo superior que te despierta el deseo de emularlo. También he sentido ganas de escribir las veces que he ido al Prado, Thyssen o Reina Sofía (pero encuentro mucho más arte en Victoria que en Velázquez).