sábado, 14 de junio de 2025


DICE LUIS Sepúlveda en este documental crítico, Hartos the Borges (AQUÍ), que la clave del mito borgeano es que se inventó una erudición y consiguió colárnosla a todos. Hombre, no. La erudición de Borges era de verdad y es una de las más grandes que haya reunido una sola persona.

En Borges se convocaron los más diversos ingredientes para llegar a cráneo previlegiado histórico. En primer lugar, era un superdotado de tal eslora que, por ejemplo, se puso a aprender alemán con un mero diccionario, solo para poder leer a Schopenhauer y a Kant.

En segundo lugar, manifiesta una rara predilección por el conocimiento desde muy pequeño: solo así se explica que, igual que el Sartre adolescente devoraba la enciclopedia Larousse, la lectura favorita del primer Borges fuera la Enciclopedia Británica. Esa devoción no vino en su caso acompañada por una mengua de la fantasía, que también poseyó con ingencia.

En tercer lugar, antes de cumplir cuarenta comenzó a ganarse la vida dando conferencias de literatura y escribiendo críticas, como las que hizo para Sur o para El Hogar. A la manera del proverbio chino “Si quieres saber algo, ponte a escribir un libro”, Borges se cultivó con la relectura, que es la única válida para dar conferencias y hacer críticas.

En cuarto, padece de impotencia sexual y fracasa en sus relaciones con las mujeres. Este fracaso le hace acantonarse aún más en los libros, que son su muralla contra los desencantos de la existencia.

En quinto, tuvo la suerte de nacer en la Buenos Aires de comienzos de siglo XX, que era uno de los lugares más cosmopolitas del mundo, y disfrutó de un padre con sueños universales que le empujó desde el principio contra el cáncer nacionalista. Lo asombroso de Borges no es el interés que demuestra por la literatura anglosajona, que al fin y al cabo era junto con la francesa la literatura central de su época, sino el interés que manifiesta por ejemplo por las sagas islandesas, la cultura de Japón, los cuentos del Turquestán o la literatura medieval alemana.

Nada de invento, por tanto. Borges fue un cerebro insólito, nacido en el momento adecuado, en un sitio perfecto, con los elementos exactos para convertirse en un hito de todos los lugares y todos los tiempos.