ESTE DETALLE de El Anticristo es genial. Fijaos qué pedazo de bicho era Nietzsche, cómo lanza esta pulla en favor de Al-Ándalus:
El escondite, el lugar oscuro, es cristiano. El cuerpo es despreciado, la higiene repudiada como sensualidad; la Iglesia se previene hasta contra la limpieza (la primera medida tomada por los cristianos en España después de la expulsión de los moriscos fue la clausura de los baños públicos, de los cuales solo en Córdoba había unos doscientos setenta).
Como el libro está dedicado a atacar a la religión cristiana por tierra, mar y aire, a Nietzsche le parece bien dedicar unas páginas a elogiar el budismo, el hinduismo y las religiones judía y musulmana, con el fin de que el lector concluya que el cristianismo es la sentina de todas las miserias. Claro que elogiar a la religión musulmana en 1888 era complicado, porque esa religión ya se había encerrado en sí misma y no se había beneficiado, como la cristiana, de un Voltaire o de una Ilustración que le bajaran los humos y le trajeran torrentes de distensión. Pero como Nietzsche es una serpiente de mucho cuidado (el mayor libelista de siempre), se acuerda enseguida de los tiempos en que la religión musulmana fue mucho más libre, higiénica y sensual que la cristiana. De eso tenemos muchas pruebas: no hay más que leer los denuestos que a veces dirigen Lope de Vega o Quevedo a los musulmanes, a los que acusan de lubricidad; no hay más que leer los Poemas Arabigoandaluces, traducidos por Emilio García Gómez, para darse cuenta de que aquellos adoradores de Alá eran mucho más sensuales y abiertos que los de ahora. Fue de lo más normal que los españoles de entonces abrazaran el Islam, porque los musulmanes eran mejores médicos, mejores guerreros, mejores arquitectos... y además se lavaban y follaban más y mejor (los cristianos en España, en aquella época, eran casi como vascos).
Pero eso ya no pasaba en 1888, cuando Nietzsche está escribiendo el libro. La cristiana ya era una religión más abierta y sensual que la musulmana (si bien habría que introducir matices, porque el Islam es muy amplio y no tiene nada que ver el musulmán promedio de Túnez o Turquía con el de Afganistán o Arabia Saudí, o hay lugares muy liberales que en muy pocas décadas se vuelven hiperrígidos). Por eso digo que Nietzsche es un bicho. Le venía bien volar a la España de Al-Ándalus para meterle un palo al cristianismo y lo hizo, porque la voluntad de poder nietzscheana, aplicada a la filosofía, consiste en que lo importante no es conducirse con honestidad y añadir un poco de luz a un problema, sino por encima de todo ganar el debate.