LO QUE sufro yo por los bomberos, os lo digo muy en serio. Es que prefiero que se queme todo antes de que se queme un bombero (igual es que no tengo la misma sensibilidad con los árboles). En NYT hablan de las consecuencias dantescas que tiene su trabajo:
El humo de los incendios forestales que arrasaron Los Ángeles en enero olía a plástico y era tan denso que ocultaba el océano. Los bomberos que acudieron al lugar sufrieron migrañas instantáneas, tosieron una sustancia viscosa y cayeron de rodillas, con vómitos y mareos.Siete meses después, algunos todavía se despiertan sobresaltados por sibilancias en plena noche. Uno se dañó tanto las cuerdas vocales que su hijo pequeño dice que suena como un supervillano. Otro corría una milla en seis minutos y ahora le cuesta correr.Fernando Allende, un hombre de 33 años cuyo equipo del Servicio Forestal de EE. UU. fue de los primeros en llegar al lugar, pensó que se recuperaría de su tos persistente. Pero en junio, mientras combatía otro incendio, de repente no pudo respirar. En el hospital, los médicos le descubrieron coágulos de sangre en los pulmones y una masa que le presionaba el corazón. Le dieron un diagnóstico que suele observarse en personas mucho mayores: linfoma no-Hodgkin, un cáncer agresivo.