lunes, 25 de agosto de 2025

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RECUERDO LA primera vez que me arrojaron a la cara la humildad. Yo llevaba diciendo que quería ser futbolista desde muy pequeña, desde los cinco o seis años, y mis familiares sonreían cuando me escuchaban decirlo, pero fue entre los once y doce cuando les empezó a parecer mal y apareció la expresión famosa: "Hay que ser más humilde".

Te apelan a la humildad porque quieren que abandones tu mundo de ensoñación y pongas los pies en la tierra, porque quieren ahorrarte la frustración de gastar tanto tiempo en algo imposible, porque quieren que seas un vasco de provecho. Te apelan a la humildad, también, para hacerte ver que la gente tolera muy mal que alguien quiera significarse por encima de ella. Quien quiere destacar, ser distinto por lo alto..., ¿qué nos está diciendo, salvo que se pone a sí mismo por encima de la comunidad?

A los doce años ya los demás niños empezaban a "comprender" y ya no querían ser pilotos ni actrices ni astronautas. Yo, en cambio, insistía en ser futbolista. Ahí veo claro algo de catalejo más largo: lo que estaba fallando conmigo era la educación, yo estuve tan sola en mi infancia que me quedé sin socializar. La operación de domesticación de los vascos eusquéricos, al lado de la cual la que sufrían las gimnastas de la época soviética es una broma, estaba fracasando conmigo y la prueba más clara era esa: mientras los demás niños comenzaban a conformarse con ser vascos, yo seguía queriendo ser Maradona.