sábado, 26 de abril de 2025


A LOS libros de Miss Vico que me he leído les encuentro un problema principal, que por ende me parece el problema de base del estoicismo, y es que ellos te dicen alegremente que no te preocupes por aquello que no puedes cambiar, pero eso no es tan fácil. El estoicismo te dice: “Si a tu amigo se le declara un cáncer, es inútil que llores y te comas la cabeza, porque su sanación no está en tus manos”. El argumento es impecable e hiperracional, pero el problema es que tu mente no solo es racional y sigues sufriendo. Sin embargo, leyendo esta noche “El budismo ¡vaya timo!”, de Miguel Ángel Álvarez, me he encontrado con un poco de luz: en este libro aparece la siguiente declaración de Sam Harris, gurú del budismo, que es una doctrina que también sostiene que se puede lograr la desaparición del sufrimiento, el subrayado es mío:
Los meditadores budistas experimentados, que son los que tienen más de 10 000 horas de práctica, responden de una forma diferente al dolor a como lo hacen los principiantes. Juzgan igual la intensidad del estímulo desagradable, pero lo encuentran menos desagradable.
¡Más de diez mil horas de meditación! ¡Y solo para conseguir que el dolor sea menos desagradable! Aclaro que para llegar a diez mil horas, si inviertes una cada día, deberías permanecer 27 años seguidos para convertirte en alguien experimentado. Con razón dice Harari que el budismo es un fracaso y que el 99% de los budistas no alcanzan nunca el nirvana.

Esta es la primera vez que me encuentro con un dato honrado sobre lo trabajoso que es manipular tu mente para cambiar tu respuesta al dolor. Por mi parte, teniendo yo tan poca paciencia para la meditación, sigo pensando que evitar el sufrimiento al 100% es imposible y que los métodos naturales para disminuirlo siguen siendo tres: el primero, el de nacer de padres ricos; el segundo, el de limitar las relaciones sociales para no meterse en líos; y el tercero y más efectivo, el de envejecer, pues casi todos notamos a partir de los 40 que la energía nos disminuye y que, sin mayores adredes, después de años dándonos de cabezazos contra los mismos obstáculos, nuestro propio sentido común distinto en cada uno de nosotros actúa como el mejor gurú, por la razón de que está basado en nuestra experiencia, y nos empuja a centrarnos en lo posible y a rodearnos de quienes nos causan menos problemas.