viernes, 18 de abril de 2025


DE VERDAD que me voy a suicidar como lea o escuche otra vez la palabra “Ventorro”, nombre del famoso restaurante en el que comía el presidente Mazón cuando las inundaciones de Valencia. Aunque ya he hablado otras veces del cuarteto de sacralidades contra las que es en vano luchar, el primero las madres, que son todas buenas; el segundo el pueblo, que es siempre noble e inocente; el tercero los amigos, que siempre están ahí para lo que desees; y el cuarto la patria, que nos lo da todo sin pedir nada a cambio, no había hablado aún de la quinta, el idioma, que también es sagrado por la razón de que, en fin, es una suerte que nos haya tocado el castellano, una lengua tan maravillosa, y no te lo digo porque sea la mía y la única que conozco, porque ya sabes que yo no me caso con nadie, sino porque es el idioma más bonito y más rico y ya está.

El Ventorro, ya digo: ya hay que tener valor para entrar a un restaurante con un nombre así.