DESCUBRO LEYENDO los Cuadernos de Valéry que este autor ya andaba plagiándome (uno más) con cien años de antelación. Eso que dice de Victor Hugo, que se hizo con el centro de la literatura francesa con tal mano de hierro que obligó a los demás a escribir a la contra o al costado, en función de lo que hacía Hugo, es lo que he sostenido yo siempre acerca de Lope de Vega, que reinó de tal forma durante el Renacimiento y el Barroco español que obligó a los cuatro monstruos que orbitaban alrededor, Cervantes, Quevedo, Góngora y Calderón, a buscar los resquicios que dejaba libres el autor de Fuenteovejuna. Como no podían competir con la poesía transparente del Fénix de los ingenios, Góngora y Quevedo se lanzaron a la aventura lingüística desaforada; como no podía competir con la gracia y la fantasía del teatro lopesco, Calderón se esmeró en la composición, la pertinencia y la filosofía. En cuanto a Cervantes, derrotado en el teatro y en el verso por el inacabable torrente lopesco, encontró en la novela el anhelado territorio ignoto.
—¿Sigues sosteniendo, Vanessa, que la mitad del Quijote se debe a Lope, como sostenías a gritos en tus tiempos del bebercio?
—Tanto que la mitad no, pero lo que hizo Cervantes es lo mismo que hacían algunos rivales de Michael Phelps, que se apuntaban solo a las pruebas de natación donde Phelps no participaba. Por más que la españolería diga que Cervantes era un hombre bueno y tolerante, yo le encuentro envidia y resentimiento por todas partes, y la principal prueba es la cantidad de pullas ofensivas que hay en el Quijote contra Lope de Vega.