viernes, 25 de abril de 2025


JUSTO ME ha venido esta noche este poema, El pajarito cojo, de Adriano del Valle, que fue el primero que me hicieron aprender de memoria en mi colegio de Larrondo, allá por los primeros ochenta. ¡Cómo me gustaba entonces este poema, la patita rota del ave, su misteriosa sabiduría, su deliciosa musicalidad! Sin embargo, el tiempo te hace abrir los ojos; los míos ya no pueden ser más anchos. ¿Qué es lo que veo ahora? Nada más que la primera piedra, colocada por el estado, para grabar en mi cabeza la poesía no como hacha transformadora sino como mira qué preciosidad, no me digas que no es bonita... 


No la ha visto nadie,
ni siquiera el aire,
pajarito sabio que todo lo sabe.

Volando, piando, se perdió una tarde,
que también a Roma se va por el aire.
Al volver traía, sin culpar a nadie,
la patita rota, mojada en su sangre.

Le curé la herida con sal y vinagre,
le anillé la pata con un fino alambre.
¡Ay cómo piaba llamando a su madre!

El alpiste, el agua, ni la sed ni el hambre
le saciaban nunca de volver al aire,
de seguir volando, su peregrinaje.

Voló sin muletas, cojito, en el aire.
No le ha visto nadie,
ni siquiera el aire,
pajarito sabio que todo lo sabe…