viernes, 4 de julio de 2025


DEJÓ DICHO Freud que Nietzsche alcanzó un grado de introspección que nunca ha sido ni será alcanzado en el mundo. Me propongo demostrar en las próximas líneas que Freud dijo una tontería muy grande.

Lo esencial para alcanzar un grado de introspección considerable es no mentirse a sí mismo, lo que no sucedía en Nietzsche, que se mentía a todas horas porque nunca supo despegarse del Nietzsche ideal que pergeñó en su cabeza.

Tomemos Ecce Homo, que son las memorias del filósofo. Allí Nietzsche nos hace un canto de su condición de vegetariano. Pero acudimos a su correspondencia y ¿qué nos encontramos? Vaya, vaya, resulta que el señor Nietzsche, cada vez que le escribe a su madre, le pide que le mande salchichas, chorizos, morcillas, etc.

En ese mismo libro y en los del final Nietzsche se nos presenta como un eremita infatigable que nunca abandona su soledad irrestricta contra todos, pero cuando acudimos a los testimonios de sus amigos, ¿qué nos encontramos? Overbeck, su amigo íntimo, nos dice muy claramente que Nietzsche nunca estuvo solo, sino que le gustaba imaginarse así. Hasta se ha descubierto que incluso en sus estancias en Sils Maria participaba cada día en reuniones sociales con mujeres de la nobleza. ¿Cómo iba a estar solo un tipo que al morir nos deja seis volúmenes de correspondencia en los que sorprende la cantidad y variedad de sus amigos y conocidos?

Nietzsche nos insiste mucho en que no le importan el éxito ni la fama del presente, sino que solo busca la gloria de la posteridad: esa es otra película que trata de filmar en sus libros. Sin embargo, una vez más, su correspondencia viene a desmentirlo. En los últimos años de la vida cuerda de Nietzsche, Georg Brandes comenzó a dar un curso en Copenhague sobre el filósofo alemán. Enterado de esto Nietzsche, utilizó toda su correspondencia final para comunicar el mismo monotema: el famoso curso que Brandes estaba dando sobre "su" filosofía. No queda ni el tato entre sus amigos y conocidos que no se entere por carta de la buena nueva. ¡Menos mal que no le importaba el éxito!

Hablemos ahora de su relación con Wagner. Sabido es que Nietzsche terminó rompiendo con Wagner y que la mayoría de los estudiosos explican la ruptura por causas filosóficas o profesionales (que también las hubo), soslayando la causa mayor, que radicó en que Wagner, sospechando que Nietzsche era homosexual, comenzó a comentarlo de forma muy miserable entre sus amistades más cercanas (llegando a decir incluso que estaba liado con Paul Ree), y hasta llegó al punto de escribirle al médico de Nietzsche, el doctor O. Eiser, insinuándole que la causa de los poblemas de salud de su paciente procedían de ahí. Cuando el autor del Zaratustra descubrió en qué tejemanejes andaba el músico con su sexualidad, montó en una cólera tan grande que hasta estuvo a punto de retarlo a duelo, como sabemos por una carta que le escribió a Overbeck. Sin embargo, a Nietzsche no le interesaba que estos rumores se hicieran públicos, porque daba tanta importancia a su masculinidad que hasta se dejó crecer bigote para reforzarla, por lo que en Ecce Homo calla como una tumba en lo que se refiere a cualquier problema personal con Wagner:
No sé las vivencias que otros habrán tenido con Wagner: sobre nuestro cielo no pasó jamás nube alguna. 
¿Ninguna nube? ¡Le querías retar a duelo, amigo Friedrich, una vez que puso en riesgo tu edificio macho! En Nietzsche se ve muy claro que una cosa es la persona real, a menudo frágil y dubitativa, y otra muy distinta la persona inventada, la que se imagina sólida y feroz, que es residuo de su romanticismo impenitente. Instrospectivos nivel himalaya son Montaigne, Rousseau, Tsvetáyeva, Gide, Virginia Woolf, Pessoa, Sontag, Cioran o Plath, y lo son porque nos muestran una gradación emocional amplísima y no les importa bajar la guardia y mostrarnos sus fracasos, debilidades y contradicciones. El introspectivo de pata negra, cuando se pone a cavar en sí mismo, no retrocede si encuentra chatarra en lugar de oro. Nietzsche, en cambio, vivió siempre con la guardia alta, muy temeroso de descubrir la mugre de su persona, con una introspección muy limitada, al contrario de lo que pensó el señor Freud.