jueves, 3 de julio de 2025


NO ME di cuenta de las posibilidades de morir por insolación hasta que llegué a Madrid, cuando alguna vez regresé a casa tan tranquila y, al tocarme la cabeza, descubrí con gran sorpresa que la tenía ardiendo: ¿Cómo es que el cuerpo humano, tan magnífico en otros aspectos, no nos alerta con más antelación de ese calentamiento? Estos días leo noticias sobre personas ni siquiera ancianas que están muriendo así y vuelvo a pensar lo mismo: hay que tener mucho pero que mucho cuidado con ese señor llamado sol, que nunca ataca de frente sino a traición.