EN LA novela Temas de conversación, de Miranda Popkey, la protagonista es lectora empedernida de los diarios de Sylvia Plath. En un momento de la narración, otro personaje, Artemisia, descubre lo que está leyendo y dice:
Sylvia Plath, dijo, leyendo el lomo del libro que yo había dejado boca abajo sobre mis rodillas. No es muy buena poeta, comentó, pero sí una persona interesante.
Claro. A mí también me gusta como poeta, ojo, pero la clave de algunos escritores, pienso en Gide, Renard o Pizarnik como ejemplos más estruendosos, es que dejaron una obra confesional, completamente de no ficción, que ha potenciado su figura por encima del resto de su obra literaria, porque los diarios parecen más verdad, más cercanía, y te llega el dibujo psicológico y vital de la persona de una manera como es imposible que te llegue un poeta o un novelista estricto.