ANAÏS NIN, en los tiempos en que salía con el psicoanalista Otto Rank, se hizo ella también psicoanalista y atendió a muchos pacientes en Nueva York, pero se negó a seguir el lenguaje clínico de Rank y lo sustituyó por otro propio, menos frío y más humano. Dice en su Diario, en anotación de marzo de 1935:
Creo que el lenguaje tiene fuerza, poder. Yo no quería convertir en álgebra las emociones ni establecer ecuaciones matemáticas con los hombres; yo quería reintegrar todo de nuevo al terreno del drama vivo.