ANOTA BIOY Casares un parlamento que hizo Borges sobre Coleridge en 1958:
Borges recuerda una recomendación de Coleridge a un joven escritor, en el sentido de que nunca debe uno empezar a escribir autobiográficamente: las verdades sobre uno quedan para después. Un muchacho joven que está atento a sus reacciones, para luego escribirlas, se volverá muy tonto. Vivirá mal y escribirá mal. Todo lo que escriba será pobre y crudo. Coleridge aconseja (pensando en su propia experiencia) que se evite ante todo caer en ser autor, porque esto seca el corazón.
Menos mal que ni Gide ni Plath ni Pizarnik ni Cioran ni Sexton ni Papini ni Bukowski ni Lessing ni Umbral ni Knausgård le hicieron caso, por decir algunos nombres célebres que empezaron a escribirse desde el minuto uno. ¿Y de dónde vienen estos prejuicios contra la egoescritura, teniendo en cuenta que también Pascal le daba con la vara a Montaigne por usar tantas veces la palabra “yo”? Creo que el rechazo procede de la noche de los tiempos, de la tribu que señala con el dedo al miembro ensimismado que no arrima el hombro, rechazo que ha llegado a la modernidad en tres frentes: por una parte nos acusan los creyentes religiosos, por otra la derecha conservadora y por otra la izquierda colectivista, que cultivan una gama de sospechas hacia el yo que van desde la simple reticencia a la oposición radical.
Sucede que la persona que está tan interesada en sí misma, con solo radicalizarse un poco, deja de atender sus obligaciones con el rebaño o hasta niega obligación alguna, y entonces, ¿quién cuida al abuelo, quién da limosna en la iglesia, quién continúa la lucha de clases, quién defiende a Argentina?