EN LOS ángeles que llevamos dentro, Steven Pinker utiliza dos eufemismos, "estado-nación" y "comercio global", en lugar de nacionalismo y capitalismo, para presentarlos como factores de progreso (igual que su amigo Harari) que han ayudado a reducir los niveles de violencia al mínimo de la historia. En el pasado, en cambio, antes de saber que eran españoles, los de Villarriba siempre estaban pegándose con los de Villabajo, porque además comerciaban muy poco entre ellos y por tanto no tenían motivos para conllevarse. Lo que soslaya Pinker es que el planeta, mientras estuvo regido por clanes o tribus o ciudades-estado, resolvía sus pendencias en monumentales pedradas o guerras de poco pelo, sin correr el riesgo de destruir varias veces todo lo viviente, como lo corre ahora con el gigantesco aparato militar al que solo se puede llegar desde un estado-nación; soslaya también, para que su libro panglosiano encaje, que la radicalización del comercio que conocemos como capitalismo ha causado el cambio climático, que tiene al planeta al borde de la hecatombe. ¿Que los últimos 75 años son los mejores de todos y que ha disminuido la violencia? Sí, creo que él da suficiente documentación para demostrar este aserto, pero a costa de minimizar que su amado estado-nación y su amado comercio global, causantes según él de estas mejoras (entre otros elementos), son también los que nos ponen al borde del precipicio.