PERO QUÉ pedazo de leyenda fue la voz de Dylan Thomas, aquella tan densa e hipnótica que lo convirtió en el Elvis de la poesía anglosajona, con oyentes que se desmayaban en sus recitales de la misma manera que en los conciertos de "la Pelvis". Hasta Sylvia Plath, la primera vez que conoció a Ted Hughes y sufrió el flechazo que andando el tiempo iba a acabar con su vida, le dijo esto a su madre en una carta:
Conocí, por cierto, a un brillante ex poeta de Cambridge en la fiesta de la St. Botolph's Review la semana pasada; [...] Se llama Ted Hughes: es alto, corpulento, con cabello castaño y áspero, rostro prominente, manos como grúas y una voz más potente que la de Dylan Thomas.