LA DIFERENCIA está en el Dios Pequeño y el Dios Grande. En el siglo XVI el Dios Grande era Jesucristo y la patria solo era el Dios pequeño; por eso Bartolomé de las Casas pudo arremeter contra el comportamiento poco religioso de España en América, no solo con libertad sino siendo a menudo aplaudido por los propios españoles. A partir del siglo XIX, en cambio, gran parte de la intelectualidad españolista, en su tarea de construir un estado-nación del que una pudiera sentirse orgullosa desde las cuevas de Altamira, se encuentra con que el enemigo es Bartolomé de las Casas, que llenó de lodo y genocidio la llamada gran epopeya española. ¿Qué es lo que ha sucedido aquí, por qué los aplausos que concitó Las Casas en el siglo XVI se tornan abucheos a partir del XIX? Pasa que el centro de gravedad ha cambiado y ahora el Dios Grande ya no es el cristianismo, que es una ética universal, sino la patria, que es un ética solo para nosotros.