sábado, 22 de noviembre de 2025

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LA MAYORÍA de las biografías de escritores terminan con el día de su muerte o entierrro, pero no sucede lo mismo con las de Sylvia Plath, que dedican la mayor parte a los alrededores de su suicidio y a todo el tinglado que se originó después, con su elevación a símbolo feminista y la polémica sobre la edición de su obra, en manos de su marido Ted Hughes, del que estaba separada pero nunca se divorció. El título de la de Ronald Hayman, The Death and Life of Sylvia Plath, donde se concede más peso a la muerte que a la vida, ya es revelador en este aspecto, y me recuerda a esa biografía de Pérez Ferrero que me leí antaño en mi colección de australes, Vida de Antonio Machado y Manuel, donde ya desde el título se te señala al hermano preeminente.