miércoles, 16 de abril de 2025


COMO HE leído mucho a favor y en contra de las posturas ideológicas de Vargas Llosa, como si las hubiera mantenido constantes durante 67 años, voy a dividir su carrera en cuatro partes y voy a dar mi opinión sobre cada una de ellas. Las fechas de cada etapa las he puesto un poco a bulto: 

PRIMERA (1959-1969): Etapa olvidable porque en ella hace seguidismo de la izquierda autoritaria. Se ha destacado poco que no rompió con la Cuba castrista por los fusilamientos en serie de opositores ni por los campos de concentración para homosexuales (UMAP), sino por un asunto corporativo menor, como la purga al poeta Heberto Padilla, al que el castrismo obliga a rectificar. La figura reverenciada por Vargas Llosa en esta época es Jean-Paul Sartre.

SEGUNDA (1970-1990): Esta es su mejor etapa como intelectual y una de las mejores de cualquier intelectual, por lo emocionante que fue que defendiera sus postulados “contra todo el mundo”. Denuncia a la iglesia, a la izquierda sartriana, al nacionalismo y al patriotismo con un aplomo asombroso: son años en que aparece en los medios como “el malo de la película”, pero él nunca abandona el humanismo y la racionalidad. Enemigo número uno de los grandes relatos como el marxista, que engendran violencia e intolerancia, en esta época todavía no se entrega al capitalismo salvaje y en muchas de sus prédicas reconocemos a un socialdemócrata. La figura reverenciada en esta época es Albert Camus.

TERCERA (1991-2011): Esta es la etapa de la primera decadencia. Caído el muro de Berlín y el bloque soviético, la intelectualidad mundial gira la cabeza sobre Vargas Llosa y empieza a reconocer que el peruano estaba en lo cierto. Pero ese cambio le sienta mal: desde que se cree ganador, comienza a radicalizar su capitalismo, abraza a Margaret Thatcher, adopta un lenguaje cada vez más intolerante y se presenta a las elecciones de Perú con un programa neoliberal. La figura tutelar de este período es Friedrich Hayek.

CUARTA (2012-2025): Decadencia horrorosa. Comienza a volverse autoritario: el día anterior al 1 de octubre de 2017, día en que Cataluña votaba un referendo no legal por la independencia, pide a las autoridades españolas que “actúen con dureza”: él es uno de los autores intelectuales de los más de mil heridos de aquel día. Se vuelve de pronto patriota, arrecia en su neoliberalismo, se obsesiona contra el feminismo, pide al indigenismo que se entregue a la cultura occidental y se vuelve hasta cómico en su conservadurismo: en “La civilización del espéctaculo” sostiene que uno de los problemas del mundo son los jóvenes que practican sexo sin amor. Al final le pudo su rechazo visceral a la izquierda: entre sus últimos actos como intelectual figuró llamar "tontos" a los colombianos por votar a Gustavo Petro en 2022 o pedir el voto para Javier Milei en 2023. La figura tutelar de este período también es Hayek pero me refiero al último Hayek, el que ya no veía tan mal a Pinochet o a las dictaduras “si aseguraban la libertad económica”.