LA VEJEZ mala es la que te empuja a ver de forma trágica todos los acontecimientos sociales, que se te presentan ahora como una rueda inevitable de ricos y opresores machacando a pobres y oprimidos. No luches ni te rebeles, te dice esta voz cansada, porque de cualquier forma todo va a seguir más o menos igual. Llegados a este punto son de mucha ayuda los testimonios literario/filosóficos que dejaron Albert Camus y Emil Cioran, que coinciden en muchos aspectos.
Tanto Camus como Cioran consideran que la existencia es absurda y que el ser humano vive en la esquizofrenia de tratar de encontrarle un sentido a una vida que carece de él. Para los dos el suicidio es el principal problema filosófico. La diferencia entre Camus y Cioran viene en la respuesta: mientras Cioran se abandona al nihilismo, el cinismo y la contemplación artística, sobre todo la música, Camus nos ofrece una salida en las rebeliones pequeñas (Camus no creía en las grandes revoluciones porque consideraba con razón que acababan siempre con un fortalecimiento del poder del estado) y en la consideración sagrada de la dignidad de cada persona (humanismo). El mundo tiene mucho de trágico y siempre habrá poderosos y débiles, pero Camus nos invita a trabajar los márgenes para que los poderosos sean cada vez menos poderosos y menos débiles los débiles.
La postura de Cioran es de soltarse de la vida y la de Camus de abrazarse a ella y participar en sus debates y conflictos. Yo cada vez tengo más momentos Cioran y menos momentos Camus, porque me cuesta creerme cualquier comunidad que no sea rebaño, pero sin duda el escritor franco-argelino estaba una vez más en lo correcto.