martes, 8 de julio de 2025


MI MANERA cada vez más habitual de escribir aforismos es tener a mano un simple diccionario, lo mismo general que de sinónimos, o a menudo me basta con la misma memoria, de la que escojo dos palabras lejanas entre sí, como hacían Umbral o los vanguardistas, por ejemplo beso y caballo, y trato de unirlas de alguna manera, cuando me besas pones a galopar mis huesos, cada uno de tus besos mata mi jinete, con mi boca en la tuya esta cama se vuelve un hipódromo, etc. Es un sistema que produce centellas a montones, con el inconveniente de siempre en un género tan fácil pero a la vez tan esforzado como el aforismo, en el que se necesita lanzar la flecha miles de veces para que alguna vez suene la flauta.