JEAN-PAUL SARTRE no solo era bizco, sino que también sufrió de exoftalmía, lo que derivaba en sus ojos tan saltones. Dice Sarah Bakewell en En el café de los existencialistas:
Hablar con él desorientada mucho a los que no estaban advertidos, pero si te esforzabas por centrarte en su ojo izquierdo, te encontrabas invariablemente con una inteligencia cálida: el ojo de un hombre interesado en todo lo que pudieras decirle.