domingo, 28 de septiembre de 2025

Reseña de "El contorno de la herida", de BLANCA SARASA


¿Y SI nos encontramos con una poeta que es intensa y meditativa a la vez? ¿Con una persona sin aparente recorrido vital tumultuoso pero cuyo cerebro alberga más energía que una biografía Borgia del Renacimiento? ¿Que es capaz de abrir tantas galerías subterráneas que parece que sabe volar hacia abajo? ¿Con un yo tan flexible que puede pasar de amazona a leprosa en una sola noche? Este es para mí el mapa de “El contorno de la herida”, de Blanca Sarasa.

Lo que me impresiona en la obra de esta poeta es la capacidad de pensarse y diseccionarse y hacer confluir los más diversos elementos en un sector, llegando a un puntillismo psicológico que puede ser obsesivo. Blanca Sarasa es como un bólido que circulara a doscientos por hora y cuyo piloto nos narrara en directo la colision que se acerca, las tres vueltas de campana, el despertar en el hospital y la larga convalecencia, pero no de forma sucesiva sino con un tiempo a veces simultáneo, cubista, que viene o regresa según los dolores de la que sujeta el bolígrafo.

En esta poeta se cumple mi quizá más peregrina teoría, que como casi toda teoría cuenta con las suficientes excepciones como para decir también que es falsa, la que sostiene que las personas que no poseen un yo sólido son las más adecuadas para escribir en confesional. Son precisamente los seres de personalidad fluctuante los que visitan más territorios mentales y despliegan una gama de emociones mucho más amplia, en esa búsqueda a veces desesperada por encontrar su yo o fortalecerlo. Así, en un poema concreto de "El contorno de la herida" podemos hallar a una mujer melancólica, en el de más allá a una mujer rabiosa, en el de allí a otra casi suicida, por referirme a su parte más autodestructiva, pero justo unas composiciones más acá puede surgir una Blanca fuerte, empoderada, con un yo dominador y lleno de dientes.

Los seres humanos somos mucho más simples que esta poeta y, una vez que le damos cinco vueltas a una idea en nuestro cerebro, la continua repetición de pensamientos nos crea tanto hartazgo que dejamos de pensar, porque ya hemos agotado todos los callejones sin salida. En el caso de Sarasa, en cambio, y quiero incidir en este punto porque es una demostración de su talento impar a la vez que una de las claves de su modo de poesía, es que sus túneles dan a otros túneles y el fondo de sus pozos comunica con otros pozos, porque es una persona que ha creado en su cerebro tal sementera de noes, siempre en perpetuo conflicto con algunos síes que subsisten en minoría, que su modo de pensar y sentir de forma dramática nunca conoce final.

Consigue así una poeta insólita que sobrefuerza y sobrepiensa sus respuestas a los vaivenes del amor y la vida, y de ese sobrematizarse logra sacar intuiciones y verdades de gran belleza, aunque soy reticente en llamar “bellos” a los poemas de Blanca, aunque lo sean, porque siempre me los leo con un recogimiento del corazón. Quizá sea eso “El contorno de la herida”, ya desde el título tan revelador: una autopsia de alguien que mide las contrariedades de la existencia con unos instrumentos que sorprenden por lo intenso, variado y preciso, nacidos de un cerebro obstinado que nunca deja de rascarse en las cicatrices.