martes, 7 de octubre de 2025

1387


EN SUS Conversaciones con Eckermann, Goethe clasifica en cinco categorías a sus adversarios literarios:
Primero vienen los adversarios por “estupidez”; son los que no me entienden y me censuran sin conocerme. Esta multitud considerable me ha fastidiado bastante en la vida; pero que sean perdonados, pues no saben lo que se hacen.

»Otra segunda clase, numerosa, la forman los “envidiosos”. Esta gente no me perdona la dicha y la honrosa posición que he conquistado con mi talento. Roen mi fama y me aniquilarían de buen grado. Sólo cesarían de atacarme si fuese miserable.

»Luego viene un gran número de gentes que se han hecho adversarios míos por falta de éxito propio. Entre ellos hay hombres de capacidad; pero no pueden perdonarme que yo les haya obscurecido.

»En cuarto lugar vienen los que son adversarios míos por algún motivo. Pues siendo yo hombre y teniendo como tal defectos y debilidades, tampoco mis escritos pueden estar libres de ellos. Pero como yo me he preocupado seriamente de mi formación y trabajé sin descanso en mi perfeccionamiento, he ido siempre en constante progreso, y así ha ocurrido con frecuencia que me han censurado por un defecto del que me había libertado hacía tiempo. Estas buenas gentes han sido las que menos me han perjudicado; disparaban sobre mí cuando yo estaba a millas de ellos. En general, mis obras, una vez terminadas, me eran bastante indiferentes; dejaba de ocuparme de ellas y empezaba en seguida a pensar en algo nuevo.

»Otro grupo considerable de mis adversarios lo son por “diversidad en la manera de pensar y en algunas opiniones”. Se dice que apenas si en un árbol podrán encontrarse dos hojas perfectamente iguales; no es de extrañar, pues, que entre miles de hombres apenas puedan encontrarse dos que piensen y sientan con perfecta armonía. Esto supuesto, no tengo por qué asombrarme del gran número de mis oponentes, sino más bien de tener tantos partidarios y amigos. Mi época me rehuía, porque estaba totalmente dominada por preocupaciones subjetivas, mientras yo, con mi afán de objetividad, me encontraba solo y en una posición desventajosa.