¿Y QUÉ pasa si a las nueve de la mañana pienso una cosa y a las cinco de la tarde su contraria? ¿Tengo que respetar las dos y publicarlas así en el papel, como insinúa Kundera que nos enseñó Nietzsche, o tengo que comenzar un proceso de reflexión hasta llegar a una síntesis, tal como nos enseña la filosofía sistemática? Si optas por la solución que Nietzsche supuestamente proponía (luego explicaré lo que él realmente hizo, que es muy distinto), prepárate a que tu libro sea una sentina de vaciedades y confusiones. Si no sometes a cada nuevo pensamiento a un bombardeo de pros y contras, dándole vuelta y desvuelta como acostumbraba Sócrates, que según Jenofonte era capaz de pasarse las doce horas del día pensando, con los ojos perdidos en el horizonte, ¿qué valor tiene ese pensamiento?