ESCRIBE VARGAS Llosa en La llamada de la tribu:
Si hubiera sido francés, Ortega sería hoy tan conocido y leído como lo fue Sartre, cuya filosofía existencialista del «hombre en situación» anticipó y expuso con mejor prosa en sus tesis sobre el hombre y su circunstancia. Si hubiera sido inglés, sería otro Bertrand Russell, como él un gran pensador y al mismo tiempo un notable divulgador. Pero era solo un español, cuando la cultura de Cervantes, Quevedo y Góngora andaba por los sótanos (la imagen es suya) de las consideradas grandes culturas modernas.
Para ser como Russell y Sartre, Ortega debería haberse dirigido al lector universal y no al español, como hizo la mayor parte de las veces, escribiendo más libros como La rebelión de las masas y no con temática española a menudo castizo-surrealista, donde trata de encontrar un hilo espiritual que una al español de las cuevas de Altamira con el del siglo XX. Vengo diciendo que el problema de las culturas de segunda es que son etnocéntricas; en aquel tiempo la de España era así y provocó que Juan Ramón Jiménez escribiera este aforismo en Ideolojía:
La literatura y el arte contemporáneos españoles de calidad —rejionales de Europa; provincianos del mundo— no son universales, sino nacionales. Hay que interesarse en España para interesarse en ellos.
¿Le perjudicó a Ortega escribir en español en aquella época? Vargas Llosa tendría razón si nos fijamos en la potencia cultural que mostraba el inglés o el francés, o la del alemán en la filosofía, pero fuera de estos tres idiomas, ¿qué idioma occidental era más fuerte que el español? ¿Cómo se explica, si no, que por la misma época escritores tan mediocres como Echegaray o Benavente ganaran el Nobel, o que Blasco Ibáñez se convirtiera en un fenómeno de ventas en el mundo anglosajón y en toda Europa? ¿O cómo se explica, si el idioma o la cultura es tan importante, que Ibsen se mundializara escribiendo en noruego, o Pessoa en portugués, o Kavafis en griego?
Tampoco creo que Ortega escriba en mejor prosa que Sartre, como opina Vargas Llosa. Sartre es de los pocos escritores franceses que no es estilista, pero cultiva una prosa de la eficacia. Ortega en cambio escribe en ese cáncer llamado español literario, esto es, en chacharandés.