QUE LOS libros sean destruidos o pasto de las llamas es sin embargo una constante de la historia, por desgracia, y no solo a manos de nazis o fanáticos religiosos, sino por aparentes defensores acérrimos de ellos. Dice Rafael Alberti en sus memorias La arboleda perdida:
En cuanto a los recuerdos divertidos… Muchos son. Citaré, entre otros, el auto de fe en el que se condenaron a la hoguera algunas obras de los más conspicuos enemigos de Góngora, antiguos y contemporáneos: Lope de Vega, Quevedo, Luzán, Hermosilla, Moratín, Campoamor, Cejador, Hurtado y Palencia, Valle-Inclán, etc.
¿En serio poetitas del nivel Generación del 27, que se lo deben todo al estado y su imposición nacionalista, quemaron libros de Lope y Quevedo, verdaderos monstruos no solo de nivel español sino de nivel europeo, que triunfaban en el continente en una época en que la literatura francesa, inglesa e italiana también eran mucho?
Todo esto me llena de indignación.