ESTÁ CLARO, con todo, que yo soy la Diógenes Laercio de mi época, esa figura a la que ofrezco tributo por su amenidad pero de la que trato de alejarme de su falta de rigor. Él fue quien soltó, por ejemplo, ya que hablamos de libros rotos o quemados, el infundio de que Platón destruía todos los libros de Demócrito que encontraba, escribiendo esto setecientos años después de los supuestos hechos y sin aportar ninguna prueba o bibliografía, fake new que ha causado un daño incalculable, pues ha servido a filósofos poco escrupulosos con la verdad, como Michel Onfray, como munición para arremeter contra el autor de La República.