viernes, 24 de octubre de 2025

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EN LA recopilación de entrevistas a escritores en The Paris Review, publicada por Acantilado, el traductor hace decir esto a Nabokov, el subrayado es mío:
Recuerdo con placer haber roto un ejemplar del Quijote —un libro crudo y cruel— ante seiscientos estudiantes en el Memorial Hall, para horror y bochorno de algunos de mis colegas más conservadores.
¿En serio Nabokov rompió un ejemplar con sus propias manos? Pensaba hasta ahora que solo lo había hecho en sentido figurado, que había despedazado su contenido mediante la mera crítica. Como me ha picado el gusanillo, he buceado en Historia universal de la destrucción de libros, de Fernando Báez, quien dice que ¡Nabokov quemó el Quijote!:
El movimiento de los futuristas, en 1910, publicó un manifiesto en el que pedía acabar con todas las bibliotecas. Los poetas nadaístas colombianos quemaron ejemplares de la novela María de Jorge Isaacs hacia 1967, convencidos de que era necesario destruir el pasado literario del país. Vladimir Nabokov, profesor en las Universidades de Stanford y Harvard, quemó el Quijote en el Memorial Hall, ante más de seiscientos alumnos. Martin Heidegger sacó de su biblioteca libros de Edmund Husserl para que sus estudiantes de filosofía los quemaran en 1933.
¿Lo quemó o lo rompió, en qué quedamos? Mi instinto de periodista asoma aquí y me hace ser cautelosa: cuando las versiones difieren tanto, hay que atenerse a las pruebas fidedignas (la referencia a Heidegger como quemalibros tampoco me parece lo bastante contrastada). La única prueba que tenemos es que Nabokov "destrozó" críticamente el Quijote, lo que está demostrado en su libro "Curso sobre el Quijote", ya un clásico. Mientras no encuentre testimonios de testigos presenciales que le vieron romperlo o quemarlo, pienso que este episodio pertenece a la Radio Bemba de la literatura, a los Diógenes Laercios de las letras.