MIS GATOS muy adaptados ya a Bardot. Cada vez que tienen una de esas crisis existenciales que a medida que envejecen son más frecuentes, de las que me doy cuenta por sus frecuentes mayidos con i griega, les abro la puerta del patio y se les pasa enseguida. El patio les alivia, pero tampoco les gusta demorarse allí, porque ya son demasiado mayores para aventuras: cada vez que ven a una persona, siquiera de lejos, regresan enseguida a Bardot central al grito de "¡el enemigo!".