HE SUBIDO a mi blog de anécdotas esta de Catalina la Grande, que fue uno de los primeros miembros de la realeza que se arrepintió de admirar durante décadas a los ilustrados franceses, admiración que fue una epidemia en las coronas europeas de su tiempo, pues también la compartían Federico el Grande, la emperatriz María Teresa de Austria, José II de Austria o Gustavo III de Suecia. Parece que aquellos reyes consideraban las ideas ilustradas más radicales como enteras utopías, inofensivas por impracticables, por lo que disfrutaban de la conversación de aquellos cráneos previlegiados y se limitaban a incorporar sus ideas más moderadas, las justas para hacer algunas reformas en sus reinados. Sin embargo, subestimaron el carácter transformador de esas reformas: al introducir la secularización y el pensamiento racional, minaron las bases sobre la que se asentaba su legitimidad (Dios, la fe y la tradición). La Revolución Francesa vino a ser la materialización de una de las grandes paradojas de la historia: la de este grupo de reyes snob alimentando a unos cuervos que les acabarían sacando los ojos.