EL AMOR fati es más fácil de formular para un noble de Röcken que para un aldeano de Lauros. El cínico de Nietzsche se atreve a pedir al obrero que abrace su suerte, que no se queje, que le encuentre la pulpa sana a la manzana podrida, pues resulta que su famosa “voluntad de poder” solo aplicaba para la aristocracia y no para el obreraje, que si la utilizaba se convirtía en sucio resentimiento. ¡Con qué frivolidad se llenaba la boca de amor fati un helenista que dedicaba su tiempo a leer, caminar, montar a caballo, tocar el piano, acudir a la ópera o viajar por Europa!