ASOMBROSO QUE al final haya acabado siendo escritora. Porque escritora soy, buena o mala: me refiero a que invierto la jornada completa en leer o escribir o pensar, y así día tras día, sin ninguna interrupción, desde hace veinte años. Recuerdo que cuando era muchacha me decían, tanto en la escuela como en el instituto, que yo iba a acabar siendo escritora, y entonces me hacían reír, porque la literatura solo me interesaba en las clases de literatura y todo lo que escribía era para esas clases. Siempre me vi como alguien de acción, como una deportista, una revolucionaria o una reportera de guerra...
Pero claro. Ahora que lo pienso, todo se ha conducido por el único surco posible. Una capacidad de resistencia a la soledad como la que yo tengo, la más grande que he visto en cualquier persona, estaba destinada a desembocar ahí. Por fuerza el contacto de mi soledad con la literatura tenía que acabar en matrimonio; por fuerza tenía que durar el amor de las que nacieron la una para la otra.