miércoles, 2 de abril de 2025


ME PASÉ la mayor parte de mi vida tratando de que me hicieran caso, al punto de que llegué a creer que yo era de las que más necesitaban que me miraran, pero en los últimos años, cuando por mis propios méritos he llegado a la situación contraria, la de que ya no me hace caso nadie, he descubierto que dejar de ser mirada tampoco es fuente de sufrimiento para mí. Me pregunto si los grandes sabios de la renunciación llegaron a la misma conclusión que yo precisamente porque la sufrieron, esto es, porque experimentaron también el anonimato y se dieron cuenta de que no hay fracaso si tu cuerpo y tu mente permanecen sanos.