sábado, 5 de abril de 2025


UNO DE los beneficios que han traído los móviles de última generación es que ahora se puede visionar en la red un número casi infinito de partidos de fútbol de las llamadas “ligas del domingo”, sobre todo las inglesas, formadas por jugadores amateurs que se dejan la piel en el campo al mismo nivel (o más) que los profesionales. El detalle que más me está sorprendiendo para mal pero que en realidad me morbosea, porque las patadas no las recibo yo, es la cantidad de violencia salvaje que reina en esos partidos y los arbitrajes permisivos que se realizan (es casi imposible ver una tarjeta roja, a pesar de que en cada uno existen razones para sacar tres o cuatro). Ayuda a esta violencia que los jugadores no tienen las capacidades físicas ni están tan entrenados como los profesionales, por lo que dar una patada que alcance el objetivo es bastante sencillo entre jugadores tan lentos. En el fútbol profesional de primerísimo nivel sucede al contrario: la gente piensa que bastaría con hacerle una buena entrada violenta a Lamine Yamal para retirarlo del partido, pero es mucho más difícil de lo que se cree darle una patada a un guepardo.