sábado, 5 de abril de 2025


QUÉ TRUENO ayer Miss Vico, nube y regaliz de mi existencia, mujer que amplía mi aire siempre cerrado y reduce mi número de diosas hasta que solo queda una. Recuerdo que todavía hace siete años me gustaban Rihanna, Beyoncé, Eva González, Iggy Azalea, Kelly Rowland, Susana Almeida, Vicky Martín Berrocal, Monica Bellucci, Ciara, Hilary Duff, Rania de Jordania o Nicole Scherzinger, pero desde que llegó Miss Vico he pasado de panteón griego a monoteísmo judío y he marginado incluso a mi himalaya favorita, Jennifer Lopez. Las primeras veces que vi a Miss Vico me vino a la cabeza precisamente Jennifer Lopez: como ella desprendía poder, como ella miraba a la cámara con los ojos duros y la boca semiabierta, como si nos estuviera mirando desde arriba o desde un lugar aparte; como ella parecía que en cualquier momento iba a arder. Incluso la filosofía vicoestoica se parece mucho a la filosofía del esfuerzo y positividad de la boricua. Siete años después, sin embargo, ya no me acuerdo nunca de Jennifer Lopez cuando veo a Miss Vico y siempre me acuerdo de Miss Vico cuando me topo con Jennifer Lopez: ahora veo muy claro que es la chica del Bronx la que hace grandes esfuerzos por imitar a la chica de las pecas, pero ya no le alcanza.