A PESAR del coro de aduladores que lo rodeaba, Goethe no perdió el sentido de la realidad hasta el final. Le dice a Eckermann:
Es como si yo me quisiese comparar con Shakespeare, que tampoco se ha hecho a sí mismo, y, sin embargo, es un ser de naturaleza superior, respecto al cual estoy en un nivel inferior y a quien tengo que venerar.