RECORDÉ ANOCHE esta anécdota que solía repetir mucho Umbral sobre Cela, quien lo educó en la masculinidad más macho. Cuando Umbral y Cela recorrían las calles de Madrid o de Palma de Mallorca, Cela solía decirle de pronto:
—Sobre todo no hay que mirar a los escaparates de señoras, Paco. Un hombre nunca mira escaparates.
Era leer esto y sentirme cazada en delito de mariconería, pues desde que tengo uso de razón siempre me he detenido a mirar los escaparates de mujer, al punto de que la única sexualidad mía de la que estoy segura es la de que soy ropasexual o faldisexual o botisexual, pues las otras sexualidades que tengo, hasta llegar a quinientas, no sé hasta qué punto son de verdad, una vez que la verdad en mí ha sido destruida por mi fantasía y mi insaciable pasión contra los demás.